Estos días hay mucho revuelo con el estudio de la OMS acerca de la relación entre el consumo de carne procesada y carne roja y el riesgo de padecer cáncer, sobre todo de colon.
Esta relación es cierta, pero asociado a la producción de carne (y en general a los productos de origen animal) hay otro problema mucho más relevante, el medioambiental. La noticia publicada hoy en El País («El mundo come carne por encima de sus posibilidades») trata de este tema. Hace unos días publiqué una entrada sobre el documental «cowspiracy: el secreto de la sostenibilidad» que incide de una forma muy impactante sobre lo mismo.
Producir ganado (y leche) requiere un uso de tierra y un consumo de agua enormes para cultivar los cereales (maíz principalmente) y leguminosas (soja principalmente) que constituyen (cada vez más) la base de su alimentación. También lo es la generación de gases de efecto invernadero: las famosas emisiones de metano del ganado vacuno, pero también las emisiones de óxido nitroso asociadas la utilización de los fertilizantes nitrogenados para producir el grano del que se alimentan. También tiene un imporante impacto medioambiental la generación de residuos (purines, estiércoles).
En «occidente» consumimos (y desperdiciamos) una gran cantidad de productos de origen animal, mucho más de lo que necesitamos, y mucho más de lo saludable. Deberiamos reducirlo.
El consumo per capita en los países en desarrollo es generalmente bajo, mientras que en los países en transición, como China, no deja de crecer. Las implicaciones medioambientales de todo esto son tremendas.