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FAO: nuevas definiciones e índices de pérdida y de desperdicio de alimentos

Hay en este blog varias entradas que analizan y comparan las principales definiciones y marcos conceptuales sobre pérdidas y desperdicio de alimentos (PDA), residuos alimentarios, subproductos, etc., que han surgido de distintas organizaciones o instituciones, principalmente la FAO y la UE.

En el reciente documento de la  «El estado mundial de la agricultura y la alimentación. Progresos en la lucha contra la pérdida y el desperdicio de alimentos» (FAO 2019), y en el propio sitio web de la FAO dedicado a las PDA, se puede comprobar que ha habido cambios sustanciales en los conceptos de pérdida y de desperdicio de alimentos.

En la siguiente figura extraída de dicho documento se puede visualizar el nuevo marco.Los cambios más relevantes tienen que ver con dos cuestiones importantes:

(1) Hasta hace poco (FAO,2014), todas las PDA se consideraban pérdidas. El desperdicio  formaba parte de las pérdidas de alimentos, aunque se mantenía el término debido a que había arraigado en todos los ámbitos (político, académico, etc.). Ahora, como en sus orígenes, la FAO vuelve a separar los dos conceptos, atendiendo a la parte de la cadena alimentaria considerada. Así, la FAO dice ahora que:

  • La pérdida de alimentos es la disminución de la cantidad o calidad de los alimentos como
    consecuencia de las decisiones y acciones de los proveedores de alimentos en la cadena, sin incluir la venta al por menor, los proveedores de servicios alimentarios y los consumidores.
  • El desperdicio de alimentos es la disminución de la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los minoristas, los servicios alimentarios y los consumidores.

Esta distinción armoniza mucho mejor con la meta 12.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas:

(2) Por otra parte, en las definiciones anteriores de PDA de la FAO no se tenía en consideración el destino de las mismas. Todos los materiales (solo las partes comestibles) que salían de la cadena alimentaria se consideraban pérdidas y desperdicio. Ahora no:

  • Ahora solo son pérdida o desperdicio aquellos materiales (solo las partes comestibles) que se destinan a ser gestionados como residuos en vertederos, incineración, plantas de compostaje, de biometanización, etc.
  • Ahora dejan de ser considerados pérdida o desperdicio todos aquellos materiales que tienen un uso económicamente productivo, fundamentalmente los que se redirigen a alimentar animales, y los que tienen un «uso industrial» en un sentido muy amplio de la palabra: biocombustibles, ingredientes alimentarios, cosméticos, bioplásticos, plumas para almuhadas, cueros, colágeno y gelatina de subproductos de origen animal, etc.

Esta novedad es muy importante porque deja fuera una cantidad cuantitativamente importante de materiales que antes la FAO contabilizaba como PDA. Y porque armoniza mucho mejor con otras definiciones, como las relativas a residuos alimentarios (food waste) establecidas en Europa a través del proyecto FUSIONS y la nueva directiva de residuos. En Europa estos materiales son considerados subproductos y quedan también fuera de la definición de residuo alimentario.

Donde sigue habiendo discrepancia entre las definiciones de la FAO y la de la UE es en el hecho de que en las primeras quedan fueran de la definición las partes no comestibles de los productos alimentarios, mientras que en la UE la definición de residuo contempla tanto las partes comestibles como las no comestibles.

No obstante, también esto hay que matizarlo. Porque la FAO, en su objetivo de evaluar el progreso en la consecución de la meta 12.3 ha establecido un indicador 12.3.1 sobre pérdidas y desperdicio mundiales de alimentos, dividido en dos índices de medida:

  • Subindicador 12.3.1a – Índice de Pérdidas de Alimentos (IPA) – Food Loss Index (FLI)
  • Subindicador 12.3.1.b – Índice de Desperdicio de Alimentos (IDA) – Food Waste Index (FWI)

Pues bien, en la cuantificación de estos índices sí se tienen en cuenta las partes no comestibles de los alimentos.

Otra diferencia entre el marco conceptual de, en este caso, el concepto de pérdida de alimentos y el índice correspondiente es su alcance. En IPA no cuantifica las pérdidas ocurridas durante la cosecha o el sacrificio, sino en las operaciones posteriores. No obstante, se señala que las primeras sí se pueden incluir en los estudios a escala nacional.

                                                                 ALCANCE DE LOS ÍNDICES IPA E IDA

Esto índices miden porcentajes. En este momento se encuentra más desarrollado metodológicamente el IPA que el IDA, para el cuál a día de hoy todavía no hay estimaciones publicadas.

El IPA mide qué porcentaje de los alimentos producidos se pierde desde después de la cosecha hasta la venta minorista (sin incluirla), y persigue observar tendencias tomando como periodo de referencia el año 2015. En este momento, las primeras estimaciones de la FAO dicen que en promedio a nivel mundial se perdió en 2016 un 14 % de los alimentos producidos, oscilando regionalmente entre un 5-6 % para Australia y Nueva Zelanda y un 20-21 % para Asia central y Asia meridional. El IPA para Europa y América septentrional rondaría el 15-16 %.

 

Pérdidas y desperdicio en España (nueva comparativa de datos)

Tras analizar en la entrada anterior estimaciones de pérdidas y desperdicio de alimentos en la UE, en esta entrada se hace lo mismo con datos disponibles sobre España.

La cantidad total de PDA/Residuos alimentarios estimada en estos tres estudios, en millones de toneladas, fue de 16,5 (Bräutigam et al. 2014), 13,5 (García-Herrero et al. 2018), y entre 5,9 y 7,7, en función del escenario elegido para Monier et al. (2010). Según los cálculos de García-Herrero et al., las PDA representarían el 20 % de la producción nacional de alimentos.

En la figura anterior aparecen las PDA y/o residuos alimentarios (kg por persona y año) estimados a lo largo de la cadena alimentaria en tres estudios: el muy conocido y citado de Monier et al. (2010), prácticamente la única referencia citada hasta hace poco cuando se trata de datos sobre PDA en España, el estudio de Bräutigam et al. (2014) que aplica la metodología del estudio de la FAO (2011) para distintos países de la UE-27; y el reciente estudio realizado por García-Herrero et al. (2018), en el que participan las universidades de Cantabria, Pompeu Fabra y Pontificia Católica de Perú.

El estudio de Monier et al. (2010) da una cifra global que, dependiendo del escenario elegido para el análisis, se sitúa entre 134 kg y 176 kg per capita (esta última cifra es la que aparece recogida en la página web de la estrategia «Más alimento, menos desperdicio» del MAPA. En este estudio no se tuvo en consideración la etapa de producción primaria.

En el otro extremo está el estudio de Bräutigam et al. (2014) que arroja un valor global elevadísimo (375 kg), el tercero más alto en la UE-27 tras Grecia y Países Bajos, y mucho mayor que el estimado en el mismo estudio como promedio para la UE-27 (289 kg). Este valor tan elevado se debe sobre todo a que asignan a la fase de producción primaria nada más y nada menos que 161 kg per capita (un 43 % de toda las PDA de España, como se ve en la siguiente figura). En el estudio de García-Herrero et al. (2018) este valor se reduce casi 100 kg, hasta 63 kg per capita (un 22 % del total). La principal fuente que utilizan para hacer esta estimación es un estudio publicado por el MAPAMA (2014) que sitúa las pérdidas y desperdicio de alimentos en la etapa de producción agrícola en un 26 % (considerando solo productos de origen vegetal).

En los otros eslabones de la cadena las diferencias entre los dos nuevos estudios son mucho menos importantes. Los datos relativos al consumo se detallan más en el gráfico siguiente, donde se aportan también datos de otros estudios sobre desperdicio de alimentos a nivel de hogar realizados por HISPACOOP (2013), por el Panel de cuantificación del desperdicio en los hogares (MAPA, 2018) y, en Cataluña, por la agencia de residuos de la comunidad y la Universidad Autónoma de Barcelona (ARC, 2012).

Los estudios de Bräutigam et al. (2014) y García-Herrero et al. (2018) dan pérdidas en consumo superiores a 110 kg per capita. Este último diferencia entre consumo en hogares (88 kg) y consumo fuera del hogar (24 kg). Estos valores son superiores a los señalados por la FAO (2011) para Europa (95 kg), y por Monier et al. (2010) para España (49 kg en hogares, 27 fuera del hogar). Pero lo que llama mucho la atención es que en los tres estudios sobre desperdicio de alimentos en los hogares realizados específicamente en España y Cataluña las cifras son mucho menores, situándose entre 20 kg (ARC, 2012) y 32 kg (HISPACOOP 2013).

Las discrepancias son enormes. Si consideramos un hogar de 4 personas, y el desperdicio por semana, los datos oscilan entre 1,54 kg (ARC, 2012) y 6,77 kg (García-Herrero et al., 2018), un 440 % más.

El trabajo de García-Herrero et al. (2018) aporta datos muy interesantes. Por ejemplo, analizan qué parte de las PDA serían eliminables, y aplican los siguientes coeficientes: 8 % y 12 % para producción agrícola y para la etapa de distribución, respectivamente, 43 % y 58 % para las etapas de procesado y para postcosecha-almacenamiento; y un 89 % para la etapa de consumo, tanto en hogares como en servicios de comida. Así en la figura siguiente se puede apreciar qué cantidades de PDA serían eliminables o no eliminables a juicio de los autores. Se comprueba que el 65 % (4,4 millones de toneladas) de las PDA eliminables se situan en la fase de consumo, un 51 % en los hogares y un 14 % en los servicios de comida.

Los autores hacen un análisis por categorías de productos. En masa las categorías más importantes son las hortalizas, frutas y cereales con valores per capita que rondan los 60 kg cada una en el conjunto de la cadena alimentaria. Le siguen la carne y productos cárnicos con alrededor de 20 kg.

En términos económicos, los autores calculan que cada ciudadano español perdería cada año alrededor de 180 euros, y que podría salvar un 76 % del mismo. La categoría de alimentos que más destaca en cuanto al coste económico es sin duda la de carne y productos cárnicos.

Referencias:

 

 

 

Pérdidas y desperdicio en la UE (nueva comparativa de datos)

En dos entradas de octubre de 2017 se hacía una panorámica de los datos disponibles con respecto a la cuantificación de las pérdidas y desperdicio de alimentos (PDA) en toda la cadena alimentaria y en la etapa de consumo en Europa y en España. En esta entrada y en la siguiente se toman esos mismos datos y se añaden otros nuevos.  En esta entrada se analizan datos relativos a la UE y en la siguente sobre España.

Los datos de “Consumo hogar” de FAO 2011, Bräutigam y Kemna son de “Consumo total” (incluyen «Consumo servicios»). Los datos de FUSIONS 2016 (UE-28)* son los correspondientes a la parte comestible de los residuos alimentarios totales, calculados aplicando los coeficientes señalados en el propio informe: 50 % para producción primaria y procesmamiento, 83 % en distribución, 60 % en hogares y 59 % en restauración y catering. Los valores de porcentaje de color azul entre paréntesis se corresponden con la estimación de las PDA/residuos alimentarios respecto al total de alimentos producidos para consumo humano

En la figura anterior aparecen los kg de PDA (y/o residuos alimentarios) per capita en Europa de acuerdo a 6 referencias distintas, las 3 ya señaladas en la entrada anterior (FAO 2011, Monier et al., 2010 y FUSIONS 2016) y otras 3 no citadas previamente (Bräutigam et al., 2014; Kemna et al., 2017; y Caldeira et al., 2019). Las referencias y sus enlaces aparecen al final de la entrada.

  • Cuatro estudios sitúan las PDA per capita totales por encima de 250 kg, mientras que otros dos las rebajan por debajo de 180 kg.
  • Bräutigam et al. (2014) emplea exactamente la metodología empleada en la FAO, pero se circunscribe al ámbito de la UE-27, y además hace un análisis país por país, incluido España, como se verá en la entrada siguiente. En la figura se observa que el resultado es muy similar al obtenido en la FAO. Ambos estudios dan un peso imporante a las PDA en el sector primario que en el resto de estudios, o bien no se analizan (Monier et al., 2010), o son mucho menores. El trabajo de Caldeira et al. (2019) estaría en un valor intermedio.
  • Kemna et al. (2017) y Caldeira et al. (2019) abordan la cuantificación con metodologías parecidas con algunas modificaciones. En ambas, al igual que en los estudios de FUSIONS y Monier la etapa de procesado incluye la etapa de post-cosecha, considerara por separado en los estudios de la FAO y Bräutigam. Ambos estudios identifican unas PDA en la etapa de procesado similares a Monier et al. (2010) que prácticamente duplican las de FUSIONS 2016.
  • En todos los estudios, como siempre, la distribución es la etapa que mejor parada sale, con la excepción quizá del estudio de Kemna et al. (2017) que le otorga un valor similar al de la etapa de producción primaria.

En la figura siguiente se pueden ver las imporantes diferencias existentes en la distribución de las PDA/residuos alimentarios a lo largo de la cadena alimentaria en tres estudios.

  • Las discrepancias tienen que ver sobretodo con la etapa de producción primaria, que oscila entre un 10 % y un 36 %. Si consideramos post-cosecha dentro de procesado se observa que el porcentaje es más homogéneo en las tres referencias, entre el 19 % y el 24 %. La distribución supone un 5-7 % del total.
  • La etapa de consumo es la etapa donde se concentran la mayor proporción de las PDA en prácticamente todos los estudios, aunque también se aprecian diferencias notables entre unos y otros, con porcentajes entre el 34 % (FAO 2011) y 65 % (FUSIONS 2016, si sumamos el consumo en hogares y en servicios de comida).

En la figura siguiente se aprecian con más detalle las PDA (kg per capita) en la etapa de consumo. Los nuevos estudios incorporados a esta comparativa aportan valores similares a los de FUSIONS 2016, aunque Kemna et al. 2017 elevan muchísimo la cifra, hasta 168 kg, prácticamente lo mismo que FUSIONS 2016 y Monier et al. 2010 para toda la cadena alimentaria.

Combiene recordar en este punto algo ya señalado en la entrada realizada en 2017, que estos dos estudios realizados a nivel europeo dan una cifra global de residuos alimentarios en consumo aparentemente cercana al valor dado por la FAO. No obstante este último en principio es una estimación de las pérdidas de alimentos comestibles, y no tiene en cuenta la fracción no comestible, cosa que sí hacen los estudios europeos. Considerando esto, se concluye que el estudio de la FAO aporta un valor claramente más elevado que los europeos. De hecho, si consideramos la estimación que hace el estudio FUSIONS de la fracción comestible de los residuos alimentarios se obtiene un valor de 68 kg per capita (55 kg en hogares), unas 3/4 partes del valor obtenido en la FAO.

Algo parecido se podría decir del estudio de Caldeira et al. (2919) que emplea la definición FUSIONS de «food waste». Vamos a detenernos un poco a describir este trabajo porque es particularmente interesante. Evalúan los residuos alimentarios (definición FUSIONS) generados en la UE en el año 2011, globalmente y por distintas categorías de productos. Completan el mapa estimando los flujos de productos y también de subproductos (empleados por ejemplo para alimentación animal). Su fuente de datos principal son las hojas de balance de alimentos de la FAO, estadísticas de comercio también de la FAO, datos EUROSTAT sobre producción y comercio de productos manufacturados (datos Prodcom). Los autores emplean como herramienta de cálculo el Análisis de Flujos de Masa, en base a balances de materia que combinan los datos recogidos en las fuentes citadas junto con factores de conversion y coeficientes de diferente naturaleza registrados en publicaciones previas, en particular, en el trabajo comentado en la entrada anterior a esta (Xue et. al. 2017).

Algunas cifras y consideraciones extraídas del trabajo:

  • Sumando la producción agrícola y ganadera y las importaciones, y restando las exportaciones, y los productos y subproductos redigiridos alimentación animal y a otros usos, así como los residuos alimentarios generados en las etapas previas al consumo, en la UE los consumidores dispondrían para consumir 365 millones de toneladas de alimentos, que serían consumidos en un 84 % (306 millones). El 14 % serían residuos alimentarios (50 millones de t desde los hogares, 10 desde los servicios de comida).
  • En todas las etapas previas al consumo se generan 69 millones de t de residuos: 31, 32 y 7 millones desde producción primaria, procesado y distribución, respectivamente. El total en toda la cadena suma por lo tanto 129 millones de t (257 kg per capita), que según su cálculos representaría alrededor del 20 % de la producción disponible de alimentos.
  • La distribución por categorías por productos se ve en la siguiente figura. Cerca del 60 % del total son residos de frutas y hortalizas, seguidos de los sectores de cereales, carne y oleaginosas.
  • Las cantidades de residuos alimentarios de las distintas categorías suponen un porcentaje variable con respecto a la cantidad de alimento de cada categoría disponible: desde un escaso 5 % en el caso del sector lácteo, hasta un 41-46 % para frutas y hortalizas, pasando por un 36 % para oleaginosas, y un 20-23 % oara cereales, patatas y carne.
  • Un aspecto interesante del trabajo es la estimación de la cantidad de subproductos generados en la cadena alimentaria que son redirigidos a alimentación animal. Nada menos que 105 millones de t procedentes en su mayor parte (72 millones) del sector de la industria alimentaria (con gran contribución del procesado de cereales, extracción de aceites vegetales, suero lácteo, procesado de frutas y hortalizas). Los autores señalan que esta estimación se basa fundamentalmente en la opinión de expertos recogida en el trabajo de Kemna et al. (2017), y que puede no ser totalmente representativa de la realidad de la UE.

En definitiva, este trabajo parece una buena aportación en la estimación de los PDA/residuos alimentarios generados en el ámbito europeo. No obstante la comparativa de datos sigue mostrando que todavía hay muchas incertidumbres al respecto.

Referencias:

 

 

Revisión crítica de los datos sobre pérdidas y desperdicio de alimentos

En entradas anteriores se ha hablado repetidamente de la cuestión de la cuantificación de las pérdidas y desperdicio de alimentos (PDA). Es un tema muy relevante y complejo.

En un artículo de 2017 titulado «Missing Food, Missing Data? A Critical Review of Global Food Losses and Food Waste Data», se hace un análisis pormenorizado de los datos recogidos en 202 publicaciones que recogen datos de PDA de 84 países y 52 años individuales (el más antiguo de 1933 y el más actual de 2014). Analizan muchos aspectos, entre ellos el lugar geográfico evaluado, los segmentos de la cadena alimentaria analizados, el origen de los datos, los métodos empleados para su obtención, etc.

Algunos de los aspectos más destacados por los autores son los siguientes:

  • La mayor parte de los estudios analizados se realizaron en países industrializados, en particular en EEUU, Reino Unido, países del norte de Europa. Encontraron muy pocos estudios en países o regiones de bajos ingresos y emergentes.
  • Una parte importante de los estudios analizan la parte final de la cadena alimentaria, a nivel de consumo y de distribución y venta. Escasean los estudios en las partes iniciales de la cadena, en postcosecha y, sobre todo, en producción primaria.
  • Los límites del sistema evaluado son muy variables entre los estudios, en lo que tiene que ver con el periodo de tiempo considerado, el espacio geográfico, las categorías de alimentos analizadas, las unidades de medida (masa, valor calórico y nutricional, valor económico, etc.), Y desde luego con el marco conceptual empleado para cuantificar las PDA (p.e. partes comestibles vs partes no comestibles, que a su vez se suelen considerar, pero no siembre, partes eliminables vs partes no eliminables; la consideración o no en la cuantificación de los «subproductos», es decir, los materiales redigirigidos a alimentación animal, a la obtención de productos químicos, etc.).
  • Hay una falta evidente de datos de primera mano, y muchos estudios «tiran» de datos de la literatura, que muchas veces tienen un carácter genérico, poco específico, y están sujetos a mucha incertidumbre. En el artículo se señala que solo un 20 % de las 202 publicaciones se basan en datos de primera mano obtenidos a través de métodos directos o indirectos, mientras que el 40 % se sostienen exclusivamente en datos obtenidos de la literatura. Señalan que de las 138 publicaciones que emplean datos de la literatura, en una cuarta parte se citan los 10 artículos más publicados, que son los siguientes:
    1. Kantor, L. S.; Lipton, K.; Manchester, A.; Oliveira, V. Estimating and addressing America’s food losses. Food Rev. 1997, 20 (1), 2−12.
    2. WRAP. Household Food and Drink Waste in the U.K. (2009); Waste and Resources Action Programme (WRAP): Banbury, U.K., 2009.
    3. Gustavsson, J.; Cederberg, C.; Sonesson, U.; Otterdijk, R.; van Meybeck, A. Global Food Losses and Food Waste: Extent, Causes and Prevention; FAO: Rome, Italy, 2011.
    4. WRAP. The Food We Waste; Waste and Resources Action Programme (WRAP): Banbury, U.K., 2008.
    5. Monier, V.; Mudgal, S.; Escalon, V.; O’Connor, C.; Gibon, T.; Anderson, G.; Montoux, H.; Reisinger, H.; Dolley, P.; Ogilvie, S.; et al. Preparatory Study on Food Waste Across EU27; European Commission: Brussels, Belgium, 2010.
    6. Buchner, B.; Fischler, C.; Gustafson, E.; Reilly, J.; Riccardi, G.; Ricordi, C.; Veronesi, U. Food Waste: Causes, Impacts and Proposals; Barilla Center for Food & Nutrition: Parma, Italy, 2012.
    7. Kader, A. A. Increasing food availability by reducing postharvest losses of fresh produce. Acta Hortic. 2005, 682, 2169−2175.
    8. Kranert, M.; Hafner, G.; Barabosz, J.; Schneider, F.; Lebersorger, S.; Scherhaufer, S.; Schuller, H.; Leverenz, D. Determination of Discarded Food and Proposals for a Minimization of Food Wastage in Germany; Institute for Sanitary Engineering, University of Stuttgart: Stuttgart, Germany, 2012.
    9. Buzby, J. C.; Wells, H. F.; Axtman, B.; Mickey, J. Supermarket Loss Estimates for Fresh Fruit, Vegetables, Meat, Poultry, and Seafood and Their Use in the ERS Loss-Adjusted Food Availability Data; Economic Information Bulletin Number 44, Economic Research Service; United States Deparment of Agricuture: Washington, DC, 2009.
    10. Langley, J.; Yoxall, A.; Heppell, G.; Rodriguez, E. M.; Bradbury, S.; Lewis, R.; Luxmoore, J.; Hodzic, A.; Rowson, J. Food for thought? A U.K. pilot study testing a methodology for compositional domestic food waste analysis. Waste Manag. Res. 2010, 28 (3), 220−227.
  • En relación a los métodos de medida, los autores observan también muchas variaciones entre los estudios. En el artículo se describen las ventajas y desventajas de los diferentes métodos, los directos (pesaje, análisis de composición de residuos, encuestas, diarios, etc) y los indirectos (modelización, balances de materia, uso de datos indirectos). Indican que los primeros suelen ser más exactos y precisos, pero que se suelen aplicar a contextos muy concretos por lo que les falta representabilidad, mientras que los segundos aunque están sujetos a incertidumbre tienen la ventaja de que ofrecen una visión global de un país, región y para diferentes etapas de la cadena alimentaria.

Todos estos factores hacen que la incertidumbre asociada a los datos disponibles sea muy elevada, y que sea poco fiable realizar comparaciones de los datos recogidos por unos estudios y otros. Señalan la necesidad de abordar todos estos aspectos para poder obtener en el futuro bases de datos más consistentes y sostenidas, que permitan desarrollar estrategias de reducción del desperdicio alimentario mejor orientadas, más precisas y acertadas, y que cuyo efecto se pueda evaluar, publicar, y verificar correctamente; para de esa forma, estar en disposición de comprobar el progreso hacia la meta 12.3 de la ONU.

Señalan que los manuales y normas desarrollados en el marco del proyecto europeo FUSIONS y, a un nivel más amplio, a través del Protocolo PDA, deberían ser promovidos como referencias para cuantificación de las PDA/residuos alimentarios.