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Revisión de datos sobre desperdicio alimentario en la UE

En entradas previas se han hecho comparativas de los datos disponibles sobre la generación de «food waste» en Europa y en España. En esta entrada se pretende resumir y comentar el análisis realizado en una reciente revisión de este tipo de datos en el marco de los estados miembros de la UE. Se trata de un Informe Técnico del Joint Research Center de la Comisión Europea, cuya referencia es la siguiente:

Caldeira, C., De Laurentiis, V., Cobalea, H.B., Sala, S., Review of studies on food waste accounting at Member State level, EUR 29828 EN ; Luxembourg (Luxembourg): Publications Office of the European Union, 2019, ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637, JRC117458

Los autores de este trabajo identificaron 294 trabajos publicados, y seleccionaron alrededor de 50 de ellos para hacer un análisis detallado. En la selección se consideró que cada país miembro de la UE contara al menos con un estudio, que los estudios fueran lo más actuales posible, preferiblemente desde 2015, y que evaluaran toda la cadena alimentaria (no fue posible en todos los países miembros).

El informe técnico es un resumen de un trabajo más extenso en el que se analizan 19 parámetros de los distintos estudios. El informe técnico se centra en los siguientes aspectos:

  • Qué definiciones de desperdicio de alimentos se utilizan.
  • El alcance y límites de los estudios. Geográficos, temporales, y los referidos al eslabón o eslabones de la cadena alimentaria evaluados.
  • Los métodos de medición empleados.
  • Los datos recogidos sobre la cantidad de desperdicio y su destino final.
  • La aportación de indicadores adicionales, por ejemplo de carácter económico y ambiental.
  • Deficiencias encontradas por los propios autores de los estudios y mejoras futuras.

El informe constata que hay una gran variabilidad de unos estudios a otros en muchos de los aspectos señalados previamente. Por ejemplo, en lo que se refiere a las definiciones solo una parte de los estudios emplea alguna definición concreta y definida previamente. Las definiciones más empleadas son las de FUSIONS (2016) y las de la FAO (2011), pero una gran parte de los estudios emplean una definición propia que se puede acercar o no a alguna de estas definiciones.

Número de estudios en los que se recogen o no distintos tipos de definiciones de «food waste». Elaborado a partir de la información recogida en el documento «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637

El documento hace un análisis de qué segmentos de la cadena alimentaria son evaluados en los distintos estudios, e identifica qué estudios hacen un análisis metodológicamente consistente.  En la figura siguiente se representa la distribución de estos estudios en base a los distintos eslabones de la cadena. Se constata que el segmento en el que se recoge un número más elevado de estudios es el de los hogares (1/3 del total), seguido del sector de la restauración y servicios de comida. Conjuntamente los dos segmentos del consumo de alimentos recogen más del 50 % de los estudios «consistentes» identificados en la revisión. Los segmentos en los que el número de datos es menor son los proveedores de alimentos: la producción primaria y el sector industrial.

Distribución de los estudios en función de los eslabones de la cadena alimentaria evaluados en los mismos (número de estudios, % con respecto al total). Elaborado a partir de la información recogida en la tabla 4 del documento «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637

Un aspecto trascendental en la fiabilidad de los datos es la metodología aplicada. Los métodos aplicados en los distintos estudios analizados en la revisión son en su mayor parte los descritos en  Xue et al (2017). Missing Food, Missing Data? A Critical Review of Global Food Losses and Food Waste Data, artículo al que ya se dedicó una entrada previa. Estos métodos están en su mayor parte también recogidos en la normativa europea, en la Decisión Delegada (UE) 2019/1597 (ver entrada previa). En la figura siguiente se puede apreciar qué métodos fueron los más habitualmente aplicados en los estudios analizados en la revisión:

Distribución de los métodos de medición de «food waste» en los estudios analizados (número de estudios, % con respecto al total). Elaborado a partir de la información recogida en el documento «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637.

En muchos estudios se empleó una combinación de métodos. El método directo más utilizado fue el de las encuestas, principalmente para medir el desperdicio de alimentos en el hogar. En el documento se repite varias veces que el uso exclusivo de encuestas puede dar lugar a resultados poco válidos, en el sentido de subestimar la cantidad real de residuos alimentarios y desperdicio alimentario. En el ámbito domiciliario parece muy conveniente emplear encuestas, combinadas con diarios y con análisis de composición de residuos. Este último es un método más preciso que los anteriores aunque no contabilizará los vertidos líquidos (alcantarillado) ni los residuos domésticos llevados a compostaje doméstico. Dentro de los métodos directos también tuvieron cierto uso el pesaje y los registros, estos últimos sobre todo en el sector de la distribución alimentaria.  Entre los métodos indirectos, los más utilizados fueron los datos bibliográficos y los datos indirectos que, junto a las encuestas, fueron los métodos más habituales en los estudios que abordan los sectores de producción primaria e industria alimentaria. Se constata una falta muy acusada de estudios con mediciones precisas y directas en estos sectores.

Visto todo esto, se hace evidente que es muy difícil establecer comparaciones fiables entre los datos recogidos en los distintos estudios. No obstante en la revisión se presentan los datos globales más relevantes de todos ellos, y se someten a una operación de normalización para expresarlos en unidades semejantes (kg de «food waste» per capita en los segmentos de la distribución alimentaria, de la restauración y servicios de comida, y de los hogares;  kg de «food waste» por tonelada producida en los segmentos de la producción primaria y de la industria alimentaria). Estos datos se han utilizado en esta entrada para preparar los gráficos siguientes:

Gráficos de caja y bigotes realizados a partir de los datos recogidos en la tabla 8 (Food waste amounts normalised) del documento   «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, Aclaración: la parte rectangular de cada figura se extiende desde el cuartil inferior hasta el cuartil superior, cubriendo la mitad central de la muestra.  La línea vertical dentro de la caja indica la localización de la mediana de la muestra.  El signo más en el centro de la caja indica la localización de la media muestral.  Los bigotes se extienden desde la caja hasta los valores mínimo y máximo.

Para la elaboración de los gráficos se han retirado algunos datos que aparecen en el documento, por ser mucho más elevados que el resto. Se trata de un valor de 312 kg por t producida en producción primaria (correspondiente a un estudio de Italia), y a dos valores de 66 y 101 kg por t producida en industria alimentaria (correspondientes a estudios de Hungría y Bélgica, respectivamente). Excluidos estos datos, el resumen estadístico de los datos representados en los gráficos se presenta en esta tabla:

Tabla con resumen estadístico de los datos representados en los gráficos anteriores. Elaborada a partir de la información recogida en el documento «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637.

Los coeficientes de variación son en general muy elevados, lo que denota la gran variabilidad de los resultados obtenidos en los distintos estudios. Si atendemos a las dos primeras etapas de la cadena alimentaria, los segmentos «productores de los alimentos», se ve que en término medio el desperdicio del sector primario duplicaría al del sector secundario. En el documento, se señala que prácticamente no existen estudios que midan directamente la cantidad de productos que quedan en el campo sin cosechar, por lo que no es posible determinar en qué medida los datos recogidos en los estudios subestiman o sobrestiman los valores reales de desperdicio. Por ejemplo, el valor más bajo registrado (3 kg por t producida) se obtuvo a partir de datos estadísticos, que a su vez asumían un determinado porcentaje de residuos alimentarios procedentes de producción primaria difícilmente validable. En el documento se señala que existe una falta de datos públicos sobre la generación de residuos alimentarios en las empresas alimentarias, a veces debido a una falta de preocupación o interés en el tema por parte de las empresas, y otras veces debido al celo puesto por las mismas en que los datos de que disponen se mantengan en su ámbito privado. Esto afecta no solo a las industrias sino también al sector de la distribución.

Si atendemos precisamente a este sector los datos reflejan que parece ser el eslabón de la cadena alimentaria más eficiente, un hecho que se repite habitualmente en muchos estudios de este tipo, aunque convendría matizar que una cosa es el desperdicio generado directamente en un eslabón y otra cosa es el impacto que dicho eslabón puede tener sobre el desperdicio generado en otros eslabones de la cadena. No son pocas las voces (por ejemplo, Gascón y Montagut, 2014) que señalan que las estrategias empresariales del sector de la distribución, que en el ámbito la mayor parte de los países de la UE es el más dominante en la cadena alimentaria, tienen un impacto determinante en el desperdicio alimentario producido en los eslabones posteriores (hogares) y sobre todo anteriores (producción primaria en particular).

En los gráficos y en la tabla anteriores se constata también el hecho siempre repetido de que el desperdicio se concentra en las etapas de consumo, sobre todo en  los hogares donde el desperdicio promedio se eleva a 55,5 kg por persona y año.  Hay países con varios estudios que dan cifras consistentes (76 a 90 kg en Dinamarca, 33 y 35 kg en Slovenia, 27 kg en dos estudios hechos en España). Hay otros casos en los que en un mismo país se obtienen cifras muy distintas, como en Bélgica (73 y 37 kg) o en Holanda (62, 42 y 21 kg). Las diferencias tienen que ver el concepto de desperdicio alimentario empleado, con que se incluya o no las partes no comestibles en la cuantificación y/o con los métodos de medición aplicados.

Los datos de España se corresponden con los obtenidos en el MAPA a través del Panel de Cuantificación del Desperdicio Alimentario en los Hogares Españoles, a los que se ha hecho referencia en alguna entrada previa. Como se puede comprobar estos datos se sitúan en la parte baja del rango de valores obtenidos a nivel europeo. Puede ser cierto que en España haya un menor desperdicio de alimentos en los hogares que en otros países miembros, aunque probablemente también haya que tener en consideración que los métodos empleados para la obtención de estos datos son encuestas y diarios, métodos que, como distintos estudios demuestran, pueden dar lugar a subestimaciones de los niveles reales de desperdicio.

En lo que respecta a la identificación de los destinos a los que van a parar los residuos alimentarios, el documento señala que son pocos los estudios que evalúan con claridad este aspecto. También indican que los destinos que más frecuentemente se observan son la alimentación animal, el compostaje y la digestión anaerobia. También se citan la producción de alcohol a partir de residuos hortícolas en Italia y Holanda, o el compostaje doméstico y la alimentación de mascotas en Hungría y Flandes. En relación a la alimentación animal, el documento recuerda que en rigor estos materiales no deberían contabilizarse como «food waste», de acuerdo a lo indicado en la Decisión Delegada (UE) 2019/1597.

En definitiva, el documento constituye una revisión y análisis muy interesantes y pormenorizados sobre los datos relativos a «food waste» existentes a nivel de los estados miembros de la UE.

El documento concluye con que son escasos los estudios que consideren el desperdicio de alimentos en los Estados miembros, en toda la cadena de suministro de alimentos, y que muy pocos refieren el uso de las pautas de cuantificación descritas en el Manual FUSIONS o en el Estándar PDA. Se señala la necesidad de que los Estados mejores sus sistemas de cuantificación, que los mismos sean coherentes con las referencias señaladas, y que empleen la definición de «food waste» considerada en la Decisión Delegada, que a su vez está en línea con la definición FUSIONS y es también coherente con el Estándar PDA. Un aspecto de la definición importante es que incluye tanto las partes comestibles como las no comestibles.

Como ya se ha señalado antes, en el informe se insiste en que la comparación de las cantidades obtenidas en los estudios es muy limitada, debido al uso de diferentes definiciones, límites del sistema analizado, y métodos de medición. Señala que el uso mayoritario de encuestas como método directo y de fuentes bibliográficas y datos indirectos no es el más adecuado para obtener una imagen completa y precisa de la generación de residuos/desperdicio alimentario. Se hace necesario combinar enfoques cualitativos (a través de encuestas por ejemplo) con enfoques cuantitativos a través de la aplicación de métodos de medición directa más precisos como el pesaje o el análisis de composición de residuos.  Además indican que, como se requiere en el artículo 4 de la decisión delegada, es muy importante garantizar la fiabilidad y precisión de las mediciones, la representatividad de las muestras utilizadas, y aportar un análisis reflexivo sobre las variaciones observadas en los datos y los factores sociodemográficos que puedan influir en los resultados.

El documento finaliza señalando que se debe avanzar más hacia una estandarización de la metodología de cuantificación aplicada, para que los estados miembros de la UE aporten datos sobre desperdicio alimentario fiables y comparables. Y que de esta forma se pueda desarrollar una estrategia más acertada y evaluable de cara a la consecución de la meta 12.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Directiva 2018/851 y el concepto de «Residuo Alimentario» – comparativa con otros conceptos

El 15 de junio de 2018 salió publicada en el Diario Oficial de la Unión Europea la DIRECTIVA (UE) 2018/851 por la que se modifica la Directiva 2008/98/CE sobre los residuos.

Esta directiva marca un hito en la normativa europea en materia de prevención de residuos, en particular en la de los residuos alimentarios. De hecho es la primera vez que queda recogida explícitamente una definición de los mismos y que se establece un objetivo concreto para su reducción. Literalmente la directiva señala que los estados miembros deberán tomar medidas que «reducirán la generación de residuos alimentarios en la producción primaria, en la transformación y la fabricación, la venta minorista y otros tipos de distribución de alimentos, en restaurantes y servicios alimentarios, así como en los hogares, como contribución a los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas para reducir en un 50 % los residuos alimentarios per cápita a escala mundial en el plano de la venta minorista y de los consumidores, y reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro para 2030″.

Veamos ahora las definiciones establecidas en la Directiva y su grado de coherencia con otras definiciones previas (FUSIONS, Estándar PDA, FAO). En la directiva se redefine el concepto de biorrediduo y, por vez primera, se da una definición explícita de residuo alimentario (food waste):

Biorresiduo: «residuo biodegradable de jardines y parques, residuos alimentarios y de cocina procedentes de hogares, oficinas, restaurantes, mayoristas, comedores, servicios de restauración colectiva y establecimientos de consumo al por menor, y residuos comparables procedentes de plantas de transformación de alimentos».

Residuos alimentarios: «todos los alimentos, tal como se definen en el artículo 2 del Reglamento (CE) nº 178/2002 del Parlamento Europeo y del Consejo, que se han convertido en residuos«.

En el Reglamento 178/2002 se define «alimento» (o «producto alimenticio») como «cualquier sustancia o producto destinados a ser ingeridos por los seres humanos o con probabilidad razonable de serlo, tanto si han sido transformados entera o parcialmente como si no».

Las producciones no cosechadas

Hasta aquí bien. El problema reside en lo que este reglamento no incluye en la definición, concretamente en el hecho de que deja fuera del concepto de alimento «las plantas antes de la cosecha«. Esto implica que aquellos productos agrarios que no son cosechados, que quedan en el campo por razones diversas, incluso cuando son perfectamente comestibles, al no ser considerados alimentos, tampoco pueden adquirir la consideración de residuos alimentarios.

Estas patatas no cosechadas no serían consideradas residuos alimentarios

El concepto normativo de la UE de residuo alimentario es en este punto incoherente con el concepto establecido en el proyecto europeo FUSIONS, un concepto del que se habló en una entrada anterior, y que es una de las principales referencias en el ámbito de estudio de las pérdidas y desperdicio de alimentos.

Como se puede ver en la figura anterior el concepto de residuos alimentarios de FUSIONS sí incluye las producciones no cosechadas (B4). Lo mismo ocurre en el marco conceptual del protocolo PDA, otra referencia importante:

Tipos de materiales y posibles destinos según el Estándar de Pérdidas y Desperdicion de Alimentos (PDA).
Fuente: WRI (2016). Estándar de contabilización y reporte sobre pérdida y desperdicio de alimentos. Resumen Ejecutivo. Pag. 3

Y también ocurre lo mismo si atendemos al concepto de «Pérdidas de Alimentos» de la FAO (2014) (el desperdicio es considerado una parte de estas pérdidas). La FAO incluye las producciones listas para cosechar que no son cosechadas en sus contabilizaciones de pérdidas (y desperdicio de alimentos).

Los materiales derivados hacia alimentación animal

Donde sí parece haber coherencia entre FUSIONS y la Directiva 2018/851 es en el hecho de que en ambos casos quedan excluidos de la consideración de residuos alimentarios aquellos materiales que salen de la cadena alimentaria y que son destinados a alimentación animal. Concretamente, la Directiva en la consideración número 8 del preámbulo señala lo siguiente:

«Las sustancias a base de plantas de la industria agroalimentaria y los alimentos de origen no animal que ya no estén destinados al consumo humano, sino a la alimentación de los animales por vía oral, deben quedar excluidos, para evitar duplicidades en la normativa, del ámbito de aplicación de la Directiva 2008/98/CE siempre que cumplan plenamente la legislación de la Unión en materia de piensos. Por tanto, la Directiva 2008/98/CE no debe aplicarse a esos productos y sustancias cuando se empleen para piensos, y, en consecuencia, debe precisarse el ámbito de aplicación de dicha Directiva. Sin perjuicio de otras disposiciones de la Unión aplicables en materia de nutrición animal, los subproductos animales destinados a ser utilizados como materias primas para piensos de conformidad con el Reglamento (CE) nº 767/2009 del Parlamento Europeo y del Consejo ya quedan excluidos del ámbito de aplicación de la Directiva 2008/98/CE, en la medida en que estén cubiertos por otra legislación de la Unión».

En este punto, el concepto de la UE es de nuevo distinto al de la FAO o al del estándar PDA. En este último, la obtención de piensos se incluye como uno de los posibles destinos de estudio en las contabilizaciones de PDA. La FAO en su definición de 2014, señalaba explícitamente que estos alimentos redirigidos a alimentación animal sí eran considerados pérdidas (y desperdicio). No obstante, en 2019, cambió su definición, armonizándola en este aspecto con el concepto de la UE (ver entrada posterior).

En la siguiente tabla se resumen las cuestiones señaladas y además se incluye otro aspecto, el de la inclusión o no en los conceptos de las «partes no comestibles» de los productos (huesos, cáscaras, etc.). La FAO únicamente considera las partes comestibles (tanto en su definición de 2014, como en la actual de 2019).

Sobre el concepto, medida y (sobre) valoración del desperdicio alimentario

En entradas anteriores se han mostrado ejemplos de la disparidad de los datos existentes en relación a la magnitud del desperdicio alimentario. Esta disparidad tiene que ver con el hecho de emplear distintos conceptos, aplicar distintas metodologías de medida, contemplar diferentes etapas de la cadena de suministro de alimentos, etc.

Existen voces críticas como la del economista alemán Ulrich koester (ver entrada siguiente) que opina que el problema del desperdicio está sobrestimado, que señala que las estimaciones existentes son muy poco fiables, y que en las estrategias políticas en la lucha contra el desperdicio no se han tenido en cuenta los costes asociados a las medidas planteadas.

En esta entrada se resume el contenido de un artículo publicado en el American Journal of Agricultural Economics titulado «sobre la medida del desperdicio alimentario» (Bellemare et al., 2017). En el mismo se critican algunos conceptos y metodologías de cuantificación del desperdicio alimentario, y se plantea una definición propia y un método de cuantificación y evaluación económica del mismo.

El concepto de desperdicio alimentario (food waste).

Los autores analizan y comparan (ver tabla) las definiciones de la FAO, de la UE-FUSIONS, del ERS (U.S. Departament of Agricuture’s Economic Research Service’s), y de la EPA (U.S. Environmental Protection Agency).

(*) Los autores cometen un error en el caso de la definición UE-FUSIONS (ver entrada previa). Esta definición no contempla como food waste aquello que es redirigido a alimentación animal o la fabricación de bioquímicos.

Los autores proponen otra definición de desperdicio alimentario que, en su opinión «supera todas las deficiencias» de las definiciones anteriores, y que «conduce a una forma no ambigua de medir el desperdicio de alimentos, así como  los costos asociados» con el mismo. Para los autores, «mientras la comida no termine en un vertedero, no se desperdicia». El desperdicio afectaría a todas las etapas de la cadena alimentaria. Tal y como aparece representado en la siguiente figura, en cada etapa el desperdicio sería aquella fracción de los alimentos que llegan de la etapa anterior que no tiene un «uso productivo» (consumo, alimentación animal, obtención de fertilizantes, biomasa, obtención de bioquímicos, biocombustibles, etc.).

Determinación del valor del desperdicio alimentario.

El valor monetario de los alimentos aumenta conforme avanzan por la sucesivas etapas de la cadena alimentaria. Los autores proponen un método de estimación del valor económico del desperdicio que aplique al desperdicio generado en cada etapa el valor que le corresponde, en vez de aplicar a todo el desperdicio el valor que tiene en las etapas finales de la cadena, que, a su juicio, es la forma más habitual de evaluar (y sobrevalorar) el coste del desperdicio hasta ahora.

La figura siguiente está elaborada con los datos que aparecen en la publicación en los que se hace una simulación de la cantidad y coste del desperdicio alimentario empleando las definiciones y métodos descritos por la FAO, FUSIONS, ERS, EPA y el método propio.

Figura elaborada a partir de los datos de la tabla 1 de Bellemare et al. 2017

Se pone de relieve que las estimaciones sobre la cantidad y coste de alimentos desperdiciados obtenidos en base a las definiciones de la FAO, FUSIONS y ERS suponen una sobrestimación del problema en comparación con la definición y método propuesto en el artículo, mientras que lo contrario ocurriría en base a la definición de la EPA, debido a que ésta únicamente contempla la parte final de la cadena alimentaria.

Otras consideraciones.

Los autores señalan que su método se limita al valor monetario de los residuos, pero que «el costo total del desperdicio de alimentos también incluye los costos, monetarios o no, asociados con los costos sociales y ambientales del desperdicio de alimentos, que se pueden considerar como costos económicos». Es decir, reconocen que su método ignora las externalidades, y señalan que no conocen ningún método de medida del desperdicio alimentario que las evalué de forma fiable en este momento.

Otro aspecto interesante del artículo es su discusión acerca de la conveniencia o no de incluir  en el concepto y en la cuantificación del desperdicio alimentario las partes no comestibles de los alimentos. FUSIONS y EPA lo hacen, mientras que la FAO y ERS no. Los autores se decantan por «ignorar la comestibilidad» y dar cuenta de todo, lo comestible y lo no comestible.  Las partes no comestibles tienen en muchos casos uso productivo, tanto alimentario como no alimentario. Cuantificarlas es consistente con la necesidad de conocer el costo de los recursos utilizados para producir los alimentos y las vías de utilización de toda la materia orgánica generada a través de la producción de alimentos. Contabilizarlo todo es fundamental desde la perspectiva económica y ambiental del aprovechamiento de recursos, desde la visión de la economía circular.

 

 

 

 

Manual FUSIONS para cuantificar «food waste»

Resulta evidente que se hace necesario disponer de métodos apropiados y aceptados que permitan cuantificar, monitorizar en el tiempo y comparar datos relativos a las pérdidas y desperdicio de alimentos y/o residuos alimentarios.

En este terreno, las dos iniciativas probablemente más sólidas y con un carácter más internacional son el «Estándar PDA» (WRI, 2016), que se describió en dos entradas previas, y el descrito en esta entrada, el «Food waste quantification manual to monitor food waste amounts and progression», en adelante «Manual FUSIONS« publicado también en 2016 en el marco del proyecto UE «Reducing food waste through social innovation».

Ambos protocolos se fueron desarrollando casi simultáneamente. FUSIONS participó en el proceso de creación del Estándar PDA, y en el propio Manual FUSIONS aparecen repetidas referencias al Estándar PDA. Por ello, ambos protocolos tienen bastantes similaridades pero también algunas diferencias, que vamos a tratar de resaltar aquí.

Estandar PDA vs Manual de cuantificación FUSIONS Fuente: traducido a partir de FUSIONS (2016) – Food waste quantification manual to monitor food waste amounts and progression

¿Hacia quién van orientados ambos protocolos?

El Estándar PDA persigue que exista una norma global de referencia que permita cuantificar y publicar datos sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos de acuerdo a unos requisitos y procedimientos universalmente aceptados. Está dirigida a cualquier tipo de entidad, pública o privada, de cualquier tamaño: un gobierno, un municipio, una región, una empresa de cualquier tipo, ONGs, centros educativos, etc.

El Manual FUSIONS está dirigido principalmente a las autoridades competentes de los Estados Miembros de la UE, y pretende servir de guía para:

  1. Cuantificar los residuos alimentarios en cada sector de la cadena alimentaria
  2. Combinar las cuantificaciones sectoriales
  3. Informar de los resultados obtenidos en estudios nacionales de cuantificación de residuos alimentarios de una forma consistente y comparable.

¿Definen lo que se debe o no cuantificar?

El Estándar FDA no fija una definición concreta, sino que señala que cada entidad debe
decidir qué materiales cuantifica (las partes comestibles o alimentos, las partes no comestibles, o las dos cosas).

El Manual FUSIONS por su parte, sí establece una definición de “food waste”, que es la definición FUSIONS (2014), descrita en una entrada anterior.  En ella se contemplan tanto las partes comestibles (food) como las no comestibles, que «salen» de la cadena alimentaria.

¿Qué destinos de los materiales se contemplan?

Ambos protocolos contemplan básicamente los mismos posibles destinos de los materiales analizados, con algunos matices que aparecen en la tabla siguiente:

Destinos PDA vs FUSIONS

Destinos FUSIONS vs Destinos del Estándar PDA. Fuente: traducido a partir de FUSIONS (2016) – Food waste quantification manual to monitor food waste amounts and progression

Una cuestión importante en este punto es recordar que la definición FUSIONS de «food waste» excluye de la misma aquellos materiales que se dirigen a los destinos B1 y B2, y define para ambos otra categoría distinta («valorisation and conversion»). Por ello, estrictamente hablando, un estudio de cuantificación de residuos alimentarios que siguiera el Manual FUSIONS no incluiría dicha categoría.

No obstante, el propio manual realiza una recomendación opicional señalando que la inclusión en el estudio de los destinos B1 y B2, puede ser interesante de cara a obtener una imagen completa de los flujos de materiales y comprobar las cantidades obtenidas de manera coherente.

¿Establecen los métodos de cuantificación a aplicar?

Ambos protocolos proponen (pero no imponen) los mismos 10 métodos de cuantificación (peso directo, contaje, análisis de composición de residuos, balances de materia, encuestas, etc.). En el manual FUSIONS estos métodos se describen muy brevemente, mientras que el Estándar PDA lo hace en detalle en un documento adjunto (WRI, 2016. Guidance on FLW quantification methods).

¿Establecen recomendaciones específicas para los distintos eslabones de la cadena alimentaria?

El estándar PDA está dirigido a cualquier entidad de cualquier sector, y no hace especial hincapié en recomendaciones sectoriales. Por su parte en el Manual FUSIONS los capítulos 4 a 9 están dedicados a hacer recomendaciones para la aplicación del mismo en:

  • Cap. 4. Estudios nacionales de cuantificación de residuos alimentarios (NFWQS: National Food Waste Quantification Study)
  • Cap. 5. Producción primaria (agricultura, ganadería, acuacultura, pesca)
  • Cap. 6. Procesamiento y manufactura
  • Cap. 7. Distribución mayorista y minorista
  • Cap. 8. Hostelería, restauración y catering
  • Cap. 9. Hogares

Combiene señalar para acabar que el  propio Manual FUSIONS dice que si bien no está diseñado como procedimiento operativo para la cuantificación in situ de los residuos alimentarios (por ejemplo en una industria alimentaria, un restaurante, una explotación agrícola o ganadera, etc.), las recomendaciones sectoriales que describe pueden ser muy útiles con dicho fin.

En este sentido, el uso combinado del Estándar PDA junto a las recomendaciones del Manual FUSIONS puede ser la mejor opción.

Referencias