Archivo de la categoría: Enlaces y referencias

Nuevas estimaciones (Eurostat) sobre residuos/desperdicio alimentario en la UE

La Decisión Delegada 2019/1597 (ver entrada previa) establecía una metodología común y los requisitos mínimos de calidad para la medición uniforme de los residuos alimentarios en la UE, e instaba a todos los Estados miembros presentar datos del desperdicio alimentario a lo largo de la cadena agroalimentaria para este año 2022. Recientemente Eurostat ha publicado un informe que resume los datos recibidos desde los diferentes Estados. Las cifras se refieren al año 2020.

En la figura siguiente se presentan las estimaciones totales y por etapas de la cadena alimentaria en el conjunto de la UE, comparando los datos de EUROSTAT con la anterior referencia empleada en Europa, las estimaciones del proyecto FUSIONS de 2016 (ver entrada previa).

La cantidad total de residuos/desperdicio alimentario estimada es de 57 millones de t (127 kg por habitante y año), sensiblemente menor a la registrada en el anterior estudios (88 millones de t y 173 kg per capita). Salvo en el segmento de la distribución y venta se observan importantes descensos en las cantidades estimadas en todos las etapas de la cadena alimentaria.

Por término medio, en la UE la mayor parte del desperdicio se concentra en los hogares (55 %), seguido del segmento de transformación (18 %). Sin embargo, en España la cosa cambia, con una contribución de los hogares mucho menor (34 %), y mayor por parte de los sectores secundario (33 %) y primario (20 %).

Como se ve en la siguiente figura, el reparto de los residuos alimentarios entre etapas de la cadena alimentaria es muy dispar de unos países a otros. En Italia y Portugal predomina de una forma muy extrema el sector de los hogares, con porcentajes superiores o cercanos al 70 %. En España y Dinamarca la contribución de los hogares es mucho menor, y en ambos países, sobre todo en Dinamarca la etapa del procesado cobra gran importancia. El sector primario prácticamente no se aprecia en Alemania y Austria, países con un perfil muy similar, mientras que en España, Polonia y Grecia contribuye con valores superiores al 15 %. Llama la atención que en Italia y España, donde el sector de la restauración es tan importante, el mismo contribuye mucho menos porcentualmente que en otros como Alemania o Austria.

Con 4,3 millones de t España aparece como el cuarto estado miembro más generador de residuos/desperdicio después de Alemania (10,9), Francia (9,0) e Italia (8,7). No obstante, atendiendo a la generación per capita se sitúa nada menos que en el puesto 18, con un valor de 90 kg por persona y año, 37 kg menos que la media en la UE.

Si atendemos solo al sector de los hogares, España se sitúa aún más lejos, en penúltimo lugar en desperdicio por capita, con 30 kg por persona y año, frente a los 70 kg de media en la UE o los más de 120 kg de nuestros vecinos portugueses. Esta cuestión merece una pequeña explicación.

La cifra española procede del panel de Cuantificación del Desperdicio Alimentario en los Hogares, que evalúa fundamentalmente los alimentos que se tiran sin ser utilizados (en 2020 unos 23 kg per capita) más los restos de recetas cocinadas que no se aprovechan (en 2020 unos 7 kg per capita). Por lo tanto es presumible que queden fuera de estas cifras la mayor parte de las partes no comestibles de los alimentos (pieles, huesos, etc.) que se retiran durante su cocinado o consumo. Estas partes no comestibles forman parte del concepto de «food waste» de la UE, y posiblemente en muchos de los otros estados miembros sí se tengan en consideración.

Los datos del reciente diagnóstico sobre el desperdicio de alimentos en la cadena agroalimentaria de Euskadi (ver entrada previa) parecen corroborar lo anterior. En este estudio se aportó una cifra de residuos/desperdicio alimentario en los hogares de 63,5 kg por persona y año, más cercana a la media europea aportada por Eurostat que la cifra española. En el estudio vasco se evaluó tanto la parte no comestible (45 kg) como la comestible (18,5 kg) de los materiales alimentarios desechados.

A la vista de estos resultados es evidente que las estimaciones de Eurostat tienen un amplio margen de mejora. Las grandes diferencias encontradas entre los estados miembros obedecen a que todavía estamos lejos de que se emplee un marco conceptual común de lo qué es «food waste» y de que se apliquen de una forma generalizada y sistemática los métodos de medida propuestos en la Decisión Delegada 2019/1597 (ver entrada previa).

Agenda contra el desperdicio en Navarra

En noviembre de 2022 el Gobierno de Navarra aprobó la Agenda para reducir el Desperdicio Alimentario en Navarra 2022-2027. La Agenda recoge y amplía lo ya señalado en el Plan de Residuos de Navarra 2017-2027 en relación a apoyar actuaciones dirigidas a prevenir y reducir el desperdicio alimentario en Navarra de forma alineada con la estrategia nacional “Más alimento, menos desperdicio”, para contribuir así a los objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Es esta entrada se resumen los principales aspectos incluidos en el documento.

Introducción, objetivos y alcance

Aporta algunas cifras sobre desperdicio alimentario en UE y España (Parlamento Europeo, 2017), datos procedentes del Panel de Cuantificación del Desperdicio Alimentario en los Hogares del MAPA; y también datos de un estudio realizado por nosotros en la UPNA sobre residuos y subproductos del sector de la industria alimentaria de Navarra.

La agenda incorpora las definiciones residuos alimentarios de la Ley 07/2022 de residuos y suelos contaminados así como las de desperdicio alimentario y pérdidas de alimentos de la futura Ley de prevención de pérdidas y desperdicio de alimentos.

No obstante, un aspecto muy relevante de la agenda es que restringe su ámbito de actuación al desperdicio alimentario, y deja explícitamente fuera las pérdidas de alimentos

En el texto se hace un recorrido sobre las iniciativas, estrategias y normativa en materia de desperdicio alimentario desarrolladas a nivel internacional, europeo, nacional y regional para contextualizar y justificar la propia agenda, y plantear a continuación los siguientes objetivos:

(1) Apoyar una serie de actuaciones dirigidas a prevenir y reducir el desperdicio alimentario en Navarra, y alinearlas con la estrategia nacional “Más alimento, menos desperdicio”, tal como se indica en el Plan de Residuos de Navarra 2017-2027.

(2) Alinear la agenda con las estrategias a nivel nacional y europeo desarrolladas para al objetivo 12.3 de Naciones Unidas, que en la agenda se concreta exactamente tal y como aparece en la Ley 07/2022 de residuos y suelos contaminados:

  • Reducir en un 50% los residuos alimentarios per cápita en el plano de la venta minorista y de los consumidores para 2030 (respecto a 2020).
  • Reducir en un 20% los residuos alimentarios a lo largo de las cadenas de producción y suministro para 2030 (respecto a 2020).

Es decir el objetivo habla de residuos alimentarios, no de desperdicio alimentario (que como ya se ha señalado en alguna ocasión, en la normativa española se entiende que es un subconjunto del concepto de residuo alimentario).

En la definición del alcance de la agenda, además de señalarse que las pérdidas de alimentos (y por lo tanto el sector primario) quedan fuera de su ámbito de aplicación, se indica que la agenda se va a centrar en los niveles superiores de la jerarquía de prioridades, para tomar medidas en los distintos eslabones de la cadena (industria alimentaria, la distribución y venta, la restauración y servicios alimentarios, y los hogares) antes de que se desperdicien alimentos y se generen residuos. La agenda especifica que las actuaciones de gestión de residuos quedan fuera de su ámbito de actuación.

La jerarquía de prioridades aplicada a la cuestión alimentaria tal y como aparece en la Agenda

Actuaciones

La agenda plantea 6 áreas de actuación, cada una de las cuales plantea se concreta en entre 2 y 4 actuaciones. Algunas de estas actuaciones se corresponden con acciones previstas ya en el Plan de Residuos de Navarra 2017-2027.

Las 6 áreas de actuación de la Agendapara reducir el Desperdicio Alimentario en Navarra 2022-2027.

Área 1. Generación de conocimiento

1.1. Adaptar a Navarra los procedimientos metodológicos para la cuantificación del desperdicio alimentario en los distintos eslabones de la cadena alimentaria.

1.2. Conocer la situación del desperdicio alimentario en Navarra

Área 2. Sensibilización, formación y divulgación

2.1. Promover campañas de sensibilización dirigidas a personas consumidoras

2.2. Promover campañas de educación para la infancia y adolescencia

2.3. Llevar a cabo acciones de formación y sensibilización a agentes clave con vistas a reducir el desperdicio alimentario

2.4. Difundir mensajes e información de interés

Área 3. Fomento de buenas prácticas y desarrollo de directrices

3.1. Apoyar y/o promover iniciativas y experiencias de interés

3.2. Definir directrices claras y consensuadas (entre administraciones, el sector, y otros
agentes) en distintos ámbitos

3.3. Integrar criterios de reducción del desperdicio alimentario en los pliegos de contratación de servicios de restauración colectiva

Área 4. Colaboración y acuerdos con agentes clave

4.1. Dinamizar redes de trabajo de desperdicio alimentario en Navarra

4.2. Favorecer la elaboración de acuerdos entre agentes clave de sectores estratégicos para la creación de canales estables de aprovechamiento de excedentes alimentarios

Área 5. Adaptación del marco normativo y de fiscalidad

5.1. Estudiar, identificar y modificar las barreras normativas forales que puedan incidir en el desperdicio alimentario

5.2. Desarrollar un sistema de incentivos para evitar el desperdicio en los distintos sectores

Área 6. Innovación e investigación

6.1. Fomentar e impulsar iniciativas o proyectos desde la investigación y experimentación

6.2. Fomentar el emprendimiento e innovación

La ley 7/2022 de residuos en relación a los residuos y desperdicio alimentarios

En abril pasado se publicó la Ley 7/2022 de residuos y suelos contaminados para una economía circular, que sustituye a la anterior, la Ley 22/2011, incorporando la Directiva (UE) 2018/851 que a su vez modifica la anterior Directiva Marco de Residuos, la Directiva 2008/98/CE. En esta entrada se señalan algunos aspectos importantes de la nueva ley, particularmente los que tienen que ver con residuos, subproductos y desperdicio alimentarios.

La Ley tiene por objeto «sentar los principios de la economía circular a través de la legislación básica en materia de residuos, así como contribuir a la lucha contra el cambio climático y proteger el medio marino». Se pretende contribuir así «al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluidos en la Agenda 2030 y en particular a los objetivos 12 –producción y consumo sostenibles–, 13 –acción por el clima- y 14 –vida submarina–».

La ley mantiene muchas de las definiciones que aparecían en la anterior como «biorresiduo», al mismo tiempo que incorpora nuevas definiciones procedentes de la nueva normativa de la Unión Europea, entre ellas, «residuos alimentarios» (ver entrada previa), o «valorización de materiales». Asimismo, se añaden otros conceptos para lograr un mayor grado de seguridad jurídica a la hora de aplicar la norma como «tratamiento intermedio», «compost» o «digerido». La ley mantiene la definición de «residuos domésticos» e incorpora la de «residuos municipales». La ley tiene elementos específicos relativos a los residuos plásticos por lo que incorpora definiciones procedentes de la Directiva sobre plásticos como «plástico», «producto de plástico de un solo uso», «plástico oxodegradable» y «plástico biodegradable».

En lo que al ámbito alimentario se refiere y tal y como ya hacía antes, la ley deja fuera de su alcance los subproductos animales y los productos derivados no destinados al consumo humano, que tienen su propia normativa (Reglamento (CE) n.º 1069/2009), salvo cuando estos materiales se gestionan como residuos mediante incineración, vertido, digestión anaerobia, compostaje, etc. También sigue dejando fuera los subproductos vegetales (en rigor «las sustancias que no sean subproductos animales ni los contengan») que se destinen a ser utilizadas como materias primas para piensos o para alimentos.

La ley desarrolla más el articulado correspondiente a subproductos (artículo 4) y a fin de condición de residuo (artículo 5). La jerarquía de residuos (artículo 8) sigue presentándose en los mismos términos que anteriormente, estableciendo como prioridad la prevención, seguida de la preparación para la reutilización, el reciclado, otro tipo de valorización incluida la energética y, por último, la eliminación.

Como instrumentos de la política de residuos la ley establece que las autoridades competentes (a nivel estatal, autonómico y, potestativamente también a nivel local) dispondrán tanto de programas de prevención de residuos (artículo 14) como de planes y programas de gestión de residuos (artículo 15). En el artículo 19 se señala que en los programas de prevención estatal y autonómicos deberá aparecer un apartado específico para la reducción de los residuos alimentarios.

Prevención de residuos

En el título II dedicado a la prevención de residuos se establece como objetivo global la reducción en peso de los residuos generados conforme a este calendario (artículo 17):

En 2025, un 13 % de los generados en 2010.
En 2030, un 15 % de los generados en 2010.

En el artículo 18.1.g se especifican objetivos de reducción del residuos alimentarios, alineados con los ODS de Naciones Unidas:

Para 2030, reducción del 50 % de los residuos alimentarios per cápita en el plano de la venta minorista y de los consumidores y una reducción del 20 % de las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro, con 2020 como referencia.

Hay que aclarar aquí una vez más que la ONU habla de «desperdicio» mientras que en la UE se habla de «residuos alimentarios». No hay una definición a nivel europeo de desperdicio. Sí existe a nivel estatal, la que aparece en la nueva Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario (ver entrada previa), desarrollada pocos meses después de la ley de residuos. En la ley del desperdicio se señala que el concepto de desperdicio alimentario sería un subconjunto del concepto residuo alimentario, dado que éste último sí incluye “partes de alimentos no destinadas a ser ingeridas”, que no entran dentro del concepto de desperdicio».

En la Ley de residuos (artículo 19.2) aparece una jerarquía de actuación en materia de prevención de residuos alimentarios que es precisamente la que luego aparece también en la ley del desperdicio alimentario bajo el nombre de «Jerarquía de prioridades de los agentes de la cadena alimentaria», y que se reproduce gráficamente a continuación:

Representación de la jerarquía descrita en el artículo 19.2 de la Ley 7/2022 y en el artículo 5 de la Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario

Gestión de residuos

El título III de la ley se dedica a la producción, posesión y gestión de residuos. Veamos algunos elementos interesante que tienen que ver directa o indirectamente con los residuos alimentarios.

Recogida separada de residuos

Se plantean objetivos de mejora de la recogida separada de residuos para posibilitar así la preparación para la reutilización y el reciclado. En los residuos de competencia local se deberá establecer la recogida separada de, al menos, las siguientes fracciones:

  • Papel, metales, plástico y vidrio
  • Residuos textiles, aceites de cocina usados, residuos domésticos peligrosos y residuos voluminosos: todos ellos antes del 31 diciembre de 2024.
  • Biorresiduos de origen doméstico (antes del 30 de junio de 2022 para poblaciones de más de 5.000 habitantes, y antes del 31 de diciembre de 2023 para el resto).

Los biorresiduos comerciales e industriales. Los productores deberán separarlos en origen, antes del 30 de junio.

Con respecto a los biorresiduos domésticos, comerciales e industriales se marcan porcentajes máximos de impropios del 20 % desde 2022 y del 15 % desde 2027.
En términos generales, para 2035 el porcentaje de residuos municipales recogidos separadamente deberá será como mínimo del 50 % del total. 

Preparación para la reutilización y reciclado

En el artículo 26 de la ley se plantean los siguientes objetivos:

La cantidad de residuos domésticos y comerciales destinados a la preparación para la reutilización y el reciclado para las fracciones de papel, metales, vidrio, plástico, biorresiduos u otras fracciones reciclables deberá alcanzar, en conjunto, como mínimo el 50 % en peso.

Para los residuos municipales:

Para 2025, un 55 % en peso (mínimo 5 % corresponderá a preparación para reutilización). Estos porcentajes serán del 60 % (10 %) para 2030 y 65 % (15 %) para 2035.

Medidas de gestión para biorresiduos

En su artículo 28 la ley hace hincapié en la necesidad de que la recogida separada de biorresiduos debe ir acompañada de su reciclado mediante compostaje doméstico y comunitario para poblaciones menores a 1.000 habitantes, y mediante compostaje y digestión anaerobia, o una combinación de ambas; sin que se mezclen a lo largo del tratamiento con otros residuos, incluida en este «otros» la fracción orgánica de los residuos mezclados.

También se hacen consideraciones sobre los envases de plástico compostable que se pueden recoger conjuntamente con los biorresiduos.

Plásticos

Por su importancia en alimentación, destacamos aquí el título V de la ley «Reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medio ambiente», que especifica objetivos y medidas que tienen que ver con los diferentes productos de plástico (A, B, C, D y E) descritos en un anexo a la ley.

La reducción del consumo (comercialización) de productos de plástico de un solo uso (parte A del anexo IV):

Para 2026, del 50 %, y para 2030 del 70 %, ambas en peso con respecto a 2022.

Prohibición de introducción en el mercado de determinados productos de plástico (parte B del anexo IV):

  • Productos de plástico mencionados en el apartado B del anexo IV.
  • Cualquier producto de plástico fabricado con plástico oxodegradable.
  • Microesferas de plástico de menos de 5 milímetros añadidas intencionadamente

Requisitos de diseño para recipientes de plástico para bebidas. Entre otras cosas se señala que:

En 2025 solo podrán introducirse en el mercado las de tereftalato de polietileno ("botellas PET", parte E del anexo IV) que contengan al menos un 25 % de plástico reciclado, calculado como una media de todas las botellas PET introducidas en el mercado. Este porcentaje se incrementa al 30 % para 2030.
Marca de reciclaje del PET

Recogida separada de botellas de plástico (parte E del anexo IV):

Se establecen los siguientes objetivos de recogida separada de los productos de plástico con objeto de destinarlas a su reciclado:

A más tardar en 2023, el 70 % en peso respecto al introducido en el mercado. Estos porcentajes se van incrementando: 77 % (2025), 85 % (2027) Y 90 % (2029). 

Ley española de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentarios

El junio el Gobierno de España aprobó el proyecto de ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario, para su tramitación parlamentaria. En esta entrada se presentan algunos de sus aspectos principales.

En la exposición de motivos el borrador de la ley hace referencia a la meta 3 del objetivo ODS nº 12 de la agenda 2030 de la ONU, a la traslación de esta meta al marco europeo a través de la resolución del Parlamento Europeo “Iniciativa sobre el uso eficiente de los recursos: reducir el desperdicio alimentario y garantizar la seguridad alimentaria” (2017), la modificación de revisión de 2018 de la Directiva Marco de Residuos que establece la obligación a los Estados de adoptar medidas para prevenir la generación de residuos, incluidos los residuos alimentarios, que se definen por primera vez en dicha revisión, y la Decisión delegada (UE) 2019/2587 sobre una metodología común, requisitos mínimos de calidad para la medición uniforme de los residuos alimentarios; y en España a través de la nueva Ley 7/2022 de residuos y suelos contaminados, que se insta a las autoridades competentes a adoptar medidas encaminadas a «reducir la generación de residuos alimentarios en la producción primaria, en la transformación y la fabricación, en la venta minorista y otros tipos de distribución de alimentos, en restaurantes y servicios de comidas, así como en los hogares de forma que se logre una reducción del 50 % de los residuos alimentarios per cápita en el plano de la venta minorista y de los consumidores, y una reducción del 20% de las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro para 2030, respecto a 2020«. Señala también que estos objetivos que se recogen ya en la Estrategia Española de Economía Circular- España 2030 y Asimismo, y que en el I Plan de Acción de Economía Circular se incluyen medidas relativas a los residuos alimentarios. El proyecto de ley pretende ser coherente con todo lo anterior.

En el preámbulo se hace referencia a publicaciones y estudios previos que abordan la problemática, como el ya tan manido estudio de la FAO de 2011. Entre las referencias incluidas aparece también el Informe del Desperdicio Alimentario en la Industria y la Distribución en España, publicado por el MAPA en 2020, del que se habló (muy críticamente) en una entrada previa. En el preámbulo de la ley se mantiene el texto que ya aparecía en el anteproyecto que dice que «por cada Kg de producto acabado en la industria alimentaria, se genera un 0,0022 Kg de subproductos que se aprovecha y un 0,004 Kg de residuo, lo que implica que las empresas trabajan para poder aprovechar la mayor cantidad de alimentos«. Como ya expliqué en la entrada previa, estas cifras son ridículamente bajas y absurdamente inconsistentes con la realidad.

Dicho esto, veamos algunas de las cosas más relevantes de la ley, empezando por el capítulo I, donde se aparecen las definiciones de desperdicio y de pérdidas de alimentos (figura 1):

Figura 1. Definiciones de desperdicio alimentario y pérdidas de alimentos en la Ley PPDA

Estas definiciones se alejan claramente de las definiciones establecidas por la FAO. En la FAO el desperdicio afectaría a las últimas etapas de la cadena de suministro de alimentos (distribución minorista y consumo), mientras que las pérdidas afectan a todas los agentes previos proveedores de alimentos (producción primaria, industria alimentaria, etc.). En la definición de la ley las pérdidas de alimentos se ciñen estrictamente a los productos que quedan en la propia explotación, mientras que de ahí en adelante se habla ya de desperdicio alimentario, abarcando prácticamente toda la cadena, desde las actividades postcosecha hasta el consumo.

Las definiciones establecidas en la ley son así en aras de la necesaria coherencia con la normativa en materia de residuos alimentarios. Así, el desperdicio alimentario constituiría la parte comestible de los residuos alimentarios. Como se dice en el propio preámbulo de la ley, «el concepto de desperdicio alimentario sería un subconjunto del concepto residuo alimentario, dado que éste último sí incluye “partes de alimentos no destinadas a ser ingeridas”, que no entran dentro del concepto de desperdicio«. Es lo que se pretende ilustrar en la figura 1. Las pérdidas de alimentos, por su parte, quedan separadas del concepto de residuos alimentarios, dado que los productos que quedan en la propia explotación no tienen consideración de alimentos, y por lo tanto, tampoco pueden tenerla de residuos alimentarios, como se explicó en una entrada previa.

Un aspecto importante de la ley es la llamada Jerarquía de prioridades de los agentes de la cadena alimentaria, a la que en principio, los agentes de la cadena alimentaria deben adaptar sus actuaciones para prevenir las pérdidas y el desperdicio alimentario. Como otras jerarquías de este tipo, se puede representar como una pirámide invertida:

Figura 2. Jerarquía de prioridades de los agentes de la cadena alimentaria

En lo alto de la jerarquía están las opciones que permitirían reducir el desperdicio redirigiéndolo hacia el consumo humano, bien de forma directa, bien previa transformación.

A continuación vendrían las opciones que tienen que ver con la consideración de los alimentos desperdiciados como subproductos, para ser utilizados prioritariamente para alimentación animal, bien directamente o bien a través de su inclusión en la elaboración de piensos; y secundariamente en otras industrias.

Las siguientes opciones tienen que ver con el reciclado de residuos. Aquí se prioriza la obtención de compost para suelos agrícolas, jardinería, etc., mientras que la última opción es la valorización energética para obtener biogás o combustibles. La eliminación mediante incineración o en vertedero no se incluyen como opción.

En el capítulo II la ley establece que todos los agentes de la cadena tienen la obligación de contar con un plan de prevención de las pérdidas y el desperdicio. Las empresas deben colaborar en la cuantificación del desperdicio, y hacer un diagnóstico de sus procesos productivos, detectar dónde se producen las pérdidas de alimentos, y fijar medidas para minimizarlas, para que se destinen a otros usos. En relación a la cuantificación del desperdicio la Ley la vincula directamente con la metodología establecida en la Decisión Delegada (UE) 2019/1597 concerniente al establecimiento de una metodología común y a los requisitos mínimos de calidad para la medición uniforme de los residuos alimentarios (ver entrada previa).

Entre estos usos, la ley enfatiza la donación como mayor prioridad, siempre en coherencia con la nueva Ley 7/2022 de residuos, particularmente con su artículo 19 dedicado a la Reducción de residuos alimentarios. La ley establece el contenido mínimo que deben tener los acuerdos o contratos de donación establecidos entre la empresa donante y la entidad receptora.

La Ley también establece algunas medidas específicas para algunos sectores. Por ejemplo la obligación por parte de las empresas de hostelería y restauración de facilitar al consumidor que pueda llevarse, sin coste adicional alguno distinto los alimentos que no haya consumido, empleando para ello envases aptos para el uso alimentario, reutilizables, o fácilmente reciclables.

Para las empresas y las entidades de iniciativa social y otras organizaciones sin ánimo de lucro dedicadas a la distribución de alimentos para la donación de alimentos, la ley establece obligaciones específicas relativas a garantizar la trazabilidad de los alimentos donados, mantener unas correctas prácticas de higiene en su conservación y manipulación, no discriminar a nadie por cualquier tipo de razón, etc.

En el capítulo III se plantean medidas de buenas prácticas de los agentes de la cadena alimentaria, en particular para los establecimientos de venta al consumidor final (por ejemplo, incentivar la venta de productos con fechas de consumo preferente o caducidad próximas, disponer de líneas de venta de productos «feos» o «imperfectos», etc.), para el sector de la hostelería y otros proveedores de servicios alimentarios (fomentar criterios de compra sostenible, promover la flexibilización de los menús, fomentar la donación y la entrega a instalaciones de compostaje).

El capítulo IV habla de la racionalización de las fechas de consumo preferente, el capítulo V de instrumentos para el fomento y control de la reducción y prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario: sistemas de autorregulación voluntaria de los agentes de la cadena alimentaria; el Plan Estratégico de prevención y reducción de las pérdidas y el desperdicio alimentario a elaborar por Gobierno así como programas de las comunidades autónomas y entidades locales; un Plan Nacional de control de las pérdidas y el desperdicio alimentario a elaborar por el MAPA, de cuyo grado de cumplimiento que deberá informar anualmente.

El Capítulo VI establece el régimen sancionador distinguiendo entre sanciones leves, graves y muy graves y estableciendo sanciones de entre el apercibimiento o multa de hasta 2.000 euros para las primeras, y hasta 500.000 euros para las últimas. Las comunidades autónomas podrán incrementar estas sanciones.

Informe sobre pérdidas de alimentos en el sector primario (WWF, 2021)

Las pérdidas y desperdicio de alimentos (PDA) afectan a todas las etapas de la cadena de suministro de alimentos. El segmento que menos se ha estudiado es sin duda el sector primario, en parte porque la obtención de datos es particularmente difícil y porque, a la hora de abordar la problemática de las PDA, el foco se ha puesto principalmente en la parte del desperdicio, en los últimos eslabones de la cadena (sobre todo en los países ricos).

La organización WWF (World Wild Fund for Nature – Fondo Mundial para la Naturaleza) ha emitido recientemente un informe en el que evalúa la magnitud e impacto medioambiental de las pérdidas de alimentos en el sector primario, tanto en cosecha (incluyendo así los alimentos que quedan en el campo) como tras ella (pérdidas post-cosecha, siempre en el sector primario, sin incluir las etapas de almacenamiento, distribución y procesamiento). En este enlace se puede acceder al sitio web desde el que se pueden descargar diferentes documentos:

  • WWF-UK (2021). Driven to waste: The Global Impact of Food Loss and Waste on Farms. Technical Report (145 páginas).
  • WWF-UK (2021). Enviado a la basura: pérdida global de alimentos en granjas. Resumen del informe (3 páginas).

La evaluación realizada aporta datos a nivel mundial y desagregados por regiones y por categorías de alimentos. Los resultados son muy interesantes y algunos de ellos ponen en duda determinados mantras establecidos acerca de la magnitud, localización geográfica y causas de las pérdidas de alimentos en el primer eslabón de la cadena alimentaria.

Las pérdidas en el sector primario son superiores a lo publicado previamente

El informe da un valor global de 1.200 millones de toneladas, de las que más de un 75 % son productos de origen vegetal, destacando los más perecederos como frutas, hortalizas, raíces y tubérculos (figura 1). Este volumen de pérdidas supone un 15,3 % de la producción total de alimentos, distribuido entre un 8,3 % en cosecha y un 7,0 % en las actividades post-cosecha.

Figura 1. Distribución del volumen de pérdidas en el sector primario en las distintas categorías de alimentos. Elaborado a partir de WWF (2021). Driven to waste: The Global Impact of Food Loss and Waste on Farms.

1.200 millones de t es mucho más que lo registrado en referencias previas. En el último documento sobre pérdidas globales de alimentos (FAO 2019, ver entrada previa), se hacía una estimación en la que el Índice de Pérdidas de Alimentos (IPA) a nivel mundial alcanzaba el 14 % de la producción de alimentos, pero en este estudio no se incluían las pérdidas en cosecha (por ejemplo, no se incluía la producción que queda en el campo) y sí se incluían las etapas post-cosecha de almacenamiento, procesamiento y distribución mayorista. El informe de WWF hace una estimación de que si en el IPA se tuvieran en cuenta las pérdidas en cosecha, este aumentaría hasta valores del 20-25 % de la producción mundial de alimentos.

Imagen tomada durante un espigamiento de pimientos en el Proyecto Buruxka. El informe de WWF (2021) cuantifica las pérdidas de alimentos en el campo, a diferencia del informe de la FAO (2019), que no las contempla en la determinación del Índice de Pérdidas de Alimentos.

En base a lo anterior y a lo recogido en otros estudios, como el muy reciente sobre desperdicio de alimentos (UNEP 2021) que daba una cifra de 931 millones de t a nivel mundial (ver también entrada previa), en el informe se hace una estimación de que las PDA a nivel global rondarían el valor de 2.500 millones de t, alrededor de un 40 % de la producción mundial de alimentos. De nuevo esto estaría muy por encima de las cifras descritas previamente, como los 1.300 millones de t y 1/3 de la producción mundial procedentes del famoso y tan repetidamente citado estudio «Pérdidas y desperdicio de alimentos en el mundo – alcance, causas y prevención» (FAO 2011).

Los impactos medioambientales son también más elevados y están particularmente ligados a las pérdidas originadas en la producción de carne y leche

El informe evalúa el impacto ambiental asociado a las pérdidas en el sector primario en cinco aspectos distintos, con las siguientes cifras globales:

  • Emisiones GEI = 2,2 Gt de equivalentes de CO2, distribuidos en función de la categoría de alimentos de acuerdo a lo que aparece en la figura 2.
Figura 2. Distribución de las emisiones de GEI asociadas a las mismas pérdidas en el sector primario en las distintas categorías de alimentos. Elaborado a partir de WWF (2021). Driven to waste: The Global Impact of Food Loss and Waste on Farms
  • Potencial de acidificación = 12,0 Gt equivalentes de SO2. Potencial de eutrofización = 10,0 Gt equivalentes de PO4(-3). Ambos ligados principalmente a la categoría de carne y productos de origen animal (pérdidas de leche particularmente)
  • Uso de agua = 760 km3, el 37 % ligado a la producción de cereales y leguminosas y el 22 % a las pérdidas en producción de carne y productos de origen animal.
  • Uso de tierra = 442 millones de ha. La mitad, alrededor de 220 millones de ha, está ligada de nuevo a las pérdidas asignadas a la producción de carne y productos de origen animal (debido a la necesidad de pastos y a la tierra necesaria para la producción agrícola destinada a producir los piensos).

Se constata una vez más que, en lo que se refiere al impacto ambiental, el sector más relevante es el de la producción de carne y leche. Las pérdidas asociadas a estas categorías suponen únicamente el 13 % del volumen total de pérdidas del sector primario (figura 1) pero, dado que los recursos de todo tipo necesarios para producir estos productos son muy superiores a los necesarios para producir otros productos (vegetales), esta contribución porcentual se incrementa mucho en cualquiera de los impactos ambientales analizados.

Las pérdidas en el sector primario se dan en todo el mundo, más incluso en los países más ricos

Desde la publicación del estudio de la FAO (2011) se extendieron dos ideas. La primera que en los países de mayores ingresos las PDA se concentran en el segmento del consumo de alimentos (desperdicio de hogares y servicios de alimentación) mientras que en los países de menores ingresos el desperdicio era muy reducido. La otra idea era que, por contra, en estos países pobres existían grandes pérdidas en los primeros eslabones de la cadena de suministro de alimentos, derivadas sobre todo de limitaciones de carácter eminentemente técnico (malas infraestructuras, escasa mecanización, deficientes sistemas de almacenamiento y conservación de alimentos, etc.).

El estudio de la UNEP (2021) vino a desmentir la primera idea, al señalar que el desperdicio en los hogares no fue significativamente diferente entre los países de altos ingresos, los de ingresos altos-medios y los de ingresos medios-bajos (ver de nuevo la entrada previa).

Pues bien, el informe de la WWF viene a hacer lo mismo con la segunda idea, puesto que los datos obtenidos indican que las regiones de ingresos altos y medios (Europa, América del Norte y Asia industrializada), con un 37 % de la población mundial, contribuyen con un 58 % de las pérdidas en cosecha. Al mismo tiempo, los países de bajos ingresos, con el 63% de la población, tienen una participación del 54% en las pérdidas post-cosecha mundiales.

En términos per capita las diferencias son claras. En en las regiones más industrializadas las pérdidas en el sector primario oscilan entre 200 kg/año (Europa) y 300 kg/año (USA, Canadá, Oceanía); mientras que en los países en desarrollo rondan los 100-150 kg/año. Según el informe, una de las razones (entre otras muchas) de esta diferencia tiene que ver con el hecho la producción de las categorías más perecederas (frutas y hortalizas, carne, pescado, leche) en los primeros países es casi el doble de la de los segundos.

Los factores que impulsan las pérdidas en el sector primario son múltiples, muchos de ellos no de carácter técnico

El informe presenta diferentes estudios de caso y, en base a los mismos, concluye que detrás de las pérdidas de alimentos en el sector primario existen impulsores directos que tienen que ver con factores biológicos y medioambientales, técnicos (prácticas agronómicas, ganaderas y pesqueras), tecnológicos y de infraestructura. Todos estos factores tienen multitud de interacciones entre sí y, muy importante, con otros factores o impulsores indirectos que tienen que ver con el factor humano, y con aspectos políticos y de mercado (figura 3).

Figura 3. Esquema de los factores que condicionan las pérdidas de alimentos en el sector primario (elaborado y traducido a partir de WWF (2021). Driven to waste: The Global Impact of Food Loss and Waste on Farms).

La problemática es extremadamente compleja y darle solución evidentemente también. El informe señala que «aunque las soluciones tecnológicas y basadas en la formación siguen siendo una componente importante de las intervenciones para reducir las pérdidas» el éxito de cualquier iniciativa de este tipo va a depender a menudo de soluciones «más integrales» que incluyan intervenciones no solo en la etapa primaria sino también en etapas posteriores de la cadena alimentaria y que no solo aborden los factores biológicos y ambientales u otros factores directos, sino que simultáneamente aborden también factores indirectos.

En este sentido, el informe afirma que difícilmente se podrá avanzar en la reducción de las pérdidas en el sector primario sin que se den pasos para cambiar el sistema alimentario. Enfatiza que detrás de las pérdidas están muy presentes «desequilibrios de poder entre agricultores y minoristas; estructuras de mercado que mantienen a los agricultores separados del consumidor final; y falta de apoyo o políticas gubernamentales para impulsar el cambio«. Y que esta situación mantiene «reprimidos los ingresos de los agricultores» y perpetúa las pérdidas.

Revisión de datos sobre desperdicio alimentario en la UE

En entradas previas se han hecho comparativas de los datos disponibles sobre la generación de «food waste» en Europa y en España. En esta entrada se pretende resumir y comentar el análisis realizado en una reciente revisión de este tipo de datos en el marco de los estados miembros de la UE. Se trata de un Informe Técnico del Joint Research Center de la Comisión Europea, cuya referencia es la siguiente:

Caldeira, C., De Laurentiis, V., Cobalea, H.B., Sala, S., Review of studies on food waste accounting at Member State level, EUR 29828 EN ; Luxembourg (Luxembourg): Publications Office of the European Union, 2019, ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637, JRC117458

Los autores de este trabajo identificaron 294 trabajos publicados, y seleccionaron alrededor de 50 de ellos para hacer un análisis detallado. En la selección se consideró que cada país miembro de la UE contara al menos con un estudio, que los estudios fueran lo más actuales posible, preferiblemente desde 2015, y que evaluaran toda la cadena alimentaria (no fue posible en todos los países miembros).

El informe técnico es un resumen de un trabajo más extenso en el que se analizan 19 parámetros de los distintos estudios. El informe técnico se centra en los siguientes aspectos:

  • Qué definiciones de desperdicio de alimentos se utilizan.
  • El alcance y límites de los estudios. Geográficos, temporales, y los referidos al eslabón o eslabones de la cadena alimentaria evaluados.
  • Los métodos de medición empleados.
  • Los datos recogidos sobre la cantidad de desperdicio y su destino final.
  • La aportación de indicadores adicionales, por ejemplo de carácter económico y ambiental.
  • Deficiencias encontradas por los propios autores de los estudios y mejoras futuras.

El informe constata que hay una gran variabilidad de unos estudios a otros en muchos de los aspectos señalados previamente. Por ejemplo, en lo que se refiere a las definiciones solo una parte de los estudios emplea alguna definición concreta y definida previamente. Las definiciones más empleadas son las de FUSIONS (2016) y las de la FAO (2011), pero una gran parte de los estudios emplean una definición propia que se puede acercar o no a alguna de estas definiciones.

Número de estudios en los que se recogen o no distintos tipos de definiciones de «food waste». Elaborado a partir de la información recogida en el documento «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637

El documento hace un análisis de qué segmentos de la cadena alimentaria son evaluados en los distintos estudios, e identifica qué estudios hacen un análisis metodológicamente consistente.  En la figura siguiente se representa la distribución de estos estudios en base a los distintos eslabones de la cadena. Se constata que el segmento en el que se recoge un número más elevado de estudios es el de los hogares (1/3 del total), seguido del sector de la restauración y servicios de comida. Conjuntamente los dos segmentos del consumo de alimentos recogen más del 50 % de los estudios «consistentes» identificados en la revisión. Los segmentos en los que el número de datos es menor son los proveedores de alimentos: la producción primaria y el sector industrial.

Distribución de los estudios en función de los eslabones de la cadena alimentaria evaluados en los mismos (número de estudios, % con respecto al total). Elaborado a partir de la información recogida en la tabla 4 del documento «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637

Un aspecto trascendental en la fiabilidad de los datos es la metodología aplicada. Los métodos aplicados en los distintos estudios analizados en la revisión son en su mayor parte los descritos en  Xue et al (2017). Missing Food, Missing Data? A Critical Review of Global Food Losses and Food Waste Data, artículo al que ya se dedicó una entrada previa. Estos métodos están en su mayor parte también recogidos en la normativa europea, en la Decisión Delegada (UE) 2019/1597 (ver entrada previa). En la figura siguiente se puede apreciar qué métodos fueron los más habitualmente aplicados en los estudios analizados en la revisión:

Distribución de los métodos de medición de «food waste» en los estudios analizados (número de estudios, % con respecto al total). Elaborado a partir de la información recogida en el documento «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637.

En muchos estudios se empleó una combinación de métodos. El método directo más utilizado fue el de las encuestas, principalmente para medir el desperdicio de alimentos en el hogar. En el documento se repite varias veces que el uso exclusivo de encuestas puede dar lugar a resultados poco válidos, en el sentido de subestimar la cantidad real de residuos alimentarios y desperdicio alimentario. En el ámbito domiciliario parece muy conveniente emplear encuestas, combinadas con diarios y con análisis de composición de residuos. Este último es un método más preciso que los anteriores aunque no contabilizará los vertidos líquidos (alcantarillado) ni los residuos domésticos llevados a compostaje doméstico. Dentro de los métodos directos también tuvieron cierto uso el pesaje y los registros, estos últimos sobre todo en el sector de la distribución alimentaria.  Entre los métodos indirectos, los más utilizados fueron los datos bibliográficos y los datos indirectos que, junto a las encuestas, fueron los métodos más habituales en los estudios que abordan los sectores de producción primaria e industria alimentaria. Se constata una falta muy acusada de estudios con mediciones precisas y directas en estos sectores.

Visto todo esto, se hace evidente que es muy difícil establecer comparaciones fiables entre los datos recogidos en los distintos estudios. No obstante en la revisión se presentan los datos globales más relevantes de todos ellos, y se someten a una operación de normalización para expresarlos en unidades semejantes (kg de «food waste» per capita en los segmentos de la distribución alimentaria, de la restauración y servicios de comida, y de los hogares;  kg de «food waste» por tonelada producida en los segmentos de la producción primaria y de la industria alimentaria). Estos datos se han utilizado en esta entrada para preparar los gráficos siguientes:

Gráficos de caja y bigotes realizados a partir de los datos recogidos en la tabla 8 (Food waste amounts normalised) del documento   «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, Aclaración: la parte rectangular de cada figura se extiende desde el cuartil inferior hasta el cuartil superior, cubriendo la mitad central de la muestra.  La línea vertical dentro de la caja indica la localización de la mediana de la muestra.  El signo más en el centro de la caja indica la localización de la media muestral.  Los bigotes se extienden desde la caja hasta los valores mínimo y máximo.

Para la elaboración de los gráficos se han retirado algunos datos que aparecen en el documento, por ser mucho más elevados que el resto. Se trata de un valor de 312 kg por t producida en producción primaria (correspondiente a un estudio de Italia), y a dos valores de 66 y 101 kg por t producida en industria alimentaria (correspondientes a estudios de Hungría y Bélgica, respectivamente). Excluidos estos datos, el resumen estadístico de los datos representados en los gráficos se presenta en esta tabla:

Tabla con resumen estadístico de los datos representados en los gráficos anteriores. Elaborada a partir de la información recogida en el documento «Review of studies on food waste accounting at Member State level» ISBN 978-92-76-09512-5, doi:10.2760/340637.

Los coeficientes de variación son en general muy elevados, lo que denota la gran variabilidad de los resultados obtenidos en los distintos estudios. Si atendemos a las dos primeras etapas de la cadena alimentaria, los segmentos «productores de los alimentos», se ve que en término medio el desperdicio del sector primario duplicaría al del sector secundario. En el documento, se señala que prácticamente no existen estudios que midan directamente la cantidad de productos que quedan en el campo sin cosechar, por lo que no es posible determinar en qué medida los datos recogidos en los estudios subestiman o sobrestiman los valores reales de desperdicio. Por ejemplo, el valor más bajo registrado (3 kg por t producida) se obtuvo a partir de datos estadísticos, que a su vez asumían un determinado porcentaje de residuos alimentarios procedentes de producción primaria difícilmente validable. En el documento se señala que existe una falta de datos públicos sobre la generación de residuos alimentarios en las empresas alimentarias, a veces debido a una falta de preocupación o interés en el tema por parte de las empresas, y otras veces debido al celo puesto por las mismas en que los datos de que disponen se mantengan en su ámbito privado. Esto afecta no solo a las industrias sino también al sector de la distribución.

Si atendemos precisamente a este sector los datos reflejan que parece ser el eslabón de la cadena alimentaria más eficiente, un hecho que se repite habitualmente en muchos estudios de este tipo, aunque convendría matizar que una cosa es el desperdicio generado directamente en un eslabón y otra cosa es el impacto que dicho eslabón puede tener sobre el desperdicio generado en otros eslabones de la cadena. No son pocas las voces (por ejemplo, Gascón y Montagut, 2014) que señalan que las estrategias empresariales del sector de la distribución, que en el ámbito la mayor parte de los países de la UE es el más dominante en la cadena alimentaria, tienen un impacto determinante en el desperdicio alimentario producido en los eslabones posteriores (hogares) y sobre todo anteriores (producción primaria en particular).

En los gráficos y en la tabla anteriores se constata también el hecho siempre repetido de que el desperdicio se concentra en las etapas de consumo, sobre todo en  los hogares donde el desperdicio promedio se eleva a 55,5 kg por persona y año.  Hay países con varios estudios que dan cifras consistentes (76 a 90 kg en Dinamarca, 33 y 35 kg en Slovenia, 27 kg en dos estudios hechos en España). Hay otros casos en los que en un mismo país se obtienen cifras muy distintas, como en Bélgica (73 y 37 kg) o en Holanda (62, 42 y 21 kg). Las diferencias tienen que ver el concepto de desperdicio alimentario empleado, con que se incluya o no las partes no comestibles en la cuantificación y/o con los métodos de medición aplicados.

Los datos de España se corresponden con los obtenidos en el MAPA a través del Panel de Cuantificación del Desperdicio Alimentario en los Hogares Españoles, a los que se ha hecho referencia en alguna entrada previa. Como se puede comprobar estos datos se sitúan en la parte baja del rango de valores obtenidos a nivel europeo. Puede ser cierto que en España haya un menor desperdicio de alimentos en los hogares que en otros países miembros, aunque probablemente también haya que tener en consideración que los métodos empleados para la obtención de estos datos son encuestas y diarios, métodos que, como distintos estudios demuestran, pueden dar lugar a subestimaciones de los niveles reales de desperdicio.

En lo que respecta a la identificación de los destinos a los que van a parar los residuos alimentarios, el documento señala que son pocos los estudios que evalúan con claridad este aspecto. También indican que los destinos que más frecuentemente se observan son la alimentación animal, el compostaje y la digestión anaerobia. También se citan la producción de alcohol a partir de residuos hortícolas en Italia y Holanda, o el compostaje doméstico y la alimentación de mascotas en Hungría y Flandes. En relación a la alimentación animal, el documento recuerda que en rigor estos materiales no deberían contabilizarse como «food waste», de acuerdo a lo indicado en la Decisión Delegada (UE) 2019/1597.

En definitiva, el documento constituye una revisión y análisis muy interesantes y pormenorizados sobre los datos relativos a «food waste» existentes a nivel de los estados miembros de la UE.

El documento concluye con que son escasos los estudios que consideren el desperdicio de alimentos en los Estados miembros, en toda la cadena de suministro de alimentos, y que muy pocos refieren el uso de las pautas de cuantificación descritas en el Manual FUSIONS o en el Estándar PDA. Se señala la necesidad de que los Estados mejores sus sistemas de cuantificación, que los mismos sean coherentes con las referencias señaladas, y que empleen la definición de «food waste» considerada en la Decisión Delegada, que a su vez está en línea con la definición FUSIONS y es también coherente con el Estándar PDA. Un aspecto de la definición importante es que incluye tanto las partes comestibles como las no comestibles.

Como ya se ha señalado antes, en el informe se insiste en que la comparación de las cantidades obtenidas en los estudios es muy limitada, debido al uso de diferentes definiciones, límites del sistema analizado, y métodos de medición. Señala que el uso mayoritario de encuestas como método directo y de fuentes bibliográficas y datos indirectos no es el más adecuado para obtener una imagen completa y precisa de la generación de residuos/desperdicio alimentario. Se hace necesario combinar enfoques cualitativos (a través de encuestas por ejemplo) con enfoques cuantitativos a través de la aplicación de métodos de medición directa más precisos como el pesaje o el análisis de composición de residuos.  Además indican que, como se requiere en el artículo 4 de la decisión delegada, es muy importante garantizar la fiabilidad y precisión de las mediciones, la representatividad de las muestras utilizadas, y aportar un análisis reflexivo sobre las variaciones observadas en los datos y los factores sociodemográficos que puedan influir en los resultados.

El documento finaliza señalando que se debe avanzar más hacia una estandarización de la metodología de cuantificación aplicada, para que los estados miembros de la UE aporten datos sobre desperdicio alimentario fiables y comparables. Y que de esta forma se pueda desarrollar una estrategia más acertada y evaluable de cara a la consecución de la meta 12.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.